Cuando Shannon se enteró de que a su madre, Laurie, le habían diagnosticado cáncer de mama metastásico, se preparó para lo que les esperaba. Como hija, estaba asustada. Pero, como científica, tenía esperanzas porque sabía que en el campo de la medicina había avances todos los días. En esta entrevista (realizada originalmente en inglés), Shannon nos explicó cómo ayudó a su madre durante la experiencia del estudio clínico.
Cuando la última quimioterapia disponible no pudo detener el rápido avance del cáncer de su madre, y los médicos confirmaron que no quedaban opciones de tratamiento para Laurie, Shannon ya estaba buscando estudios clínicos. “Si hay algo que un estudio clínico puede hacer es dar esperanza”, dice.
Encontró un estudio clínico adecuado para su madre que estaba designado a personas con cáncer de mama avanzado que tuvieran un gen BRCA anormal. Estaba disponible en varias ciudades, incluso en Portland, Oregon, donde Shannon vivía. Su madre se inscribió y fue aceptada. Cada tres semanas durante casi seis años a partir de 2015, Laurie viajó cientos de millas desde Alberta, Canadá, hasta Portland, Oregon, para participar en el estudio.
En esos seis años, el estudio clínico permitió que madre e hija pasaran tiempo juntas. Tiempo para que Shannon pudiera cuidar de su madre cuando no se sintiera bien. Y, cuando Laurie se sintiera mejor, tiempo para cuidar de sus dos nietas (que hoy tienen 4 y 9 años) cuando Shannon necesitara ayuda.
También tuvieron tiempo en un sentido mucho más literal de la palabra, tiempo que no sabían que tenían, antes de que comenzara el estudio. Tiempo que sigue siendo un regalo, incluso a medida que el estudio avanza. “Pasó de estar desesperada a sentir esperanza”, dice Shannon.
Shannon se siente agradecida de haber podido ayudar a su madre durante este recorrido médico. Con su experiencia científica, y debido a su proximidad, inicialmente, al estudio, siente que estuvo en el lugar correcto en el momento ideal para darle a su madre el apoyo, la guía y los cuidados que necesitaba. Pero incluso antes de eso, Shannon estuvo presente en muchas citas médicas con su madre por teleconferencia, para poder hacer preguntas y ayudarla a comprender qué le estaba sucediendo y cuáles eran sus opciones. Shannon estaba involucrada, independientemente de la distancia.
A medida que pasaron los años en el estudio clínico y volvió la esperanza, Laurie había pasado de evitar hacer planes a largo plazo a recibirlos con los brazos abiertos. Hoy, vive el momento. Pero, con una mirada más profunda, Shannon sabe que su madre alberga miedos inevitables sobre su salud y el futuro. Y cuando surgen esas preocupaciones, Shannon recurre, como siempre lo hizo, a la ciencia.
“Intento aliviar su ansiedad explicándole la velocidad con que la ciencia avanza”, dice. “Si dejara de funcionarle en un año, 10 años o más, habrá otro estudio clínico para que pruebe”.